martes, 20 de abril de 2010

La Fantasma


Se sentía solo en aquella casa. Se sentía más solo mientras comía y terminó por sentirse solo cuando encendió el televisor. Comía tranquilamente, divagando en asuntos sin importancia. Rara vez miraba la tele, tenía la vista presente en el plato de comida y en la pared blanca que quedaba frente a sus ojos. De repente una sensación le recorrió el cuerpo, un escalofrío inundo sus instintos y su lado izquierdo sitió la presencia de algo. En la silla de al lado, la fantasma de sus recuerdos se encontraba sentada, comiendo plácidamente en un plato imaginario y sonriéndolo de vez en cuando. Era tangible, estaba hermosa y era tan real que unas lágrimas salieron del rosto de nuestro protagonista; lloraba por la falta inmensa que le hacía aquella fantasma. Después de observarla por un largo tiempo, ella se levanto, dejó el plato en el mesón de la cocina y se sentó en el sofá y lo hizo de tal manera que los pasos y sus movimientos eran como los que hizo alguna vez. Entonces nuestro protagonista lloró con más fuerza, pero en silencio. Se sentía en un sueño del cual no quería despertar hasta que cerró los ojos, los volvió a abrir y se encontró en su cama, con el rostro de lágrimas, solo, con la luz oscura de la noche y a su lado una dama de blanco lo miraba y desde muy lejos le lanzaba besos fugaces y le dijo que duerma, que se verán en sueños, pues ella regresó.