miércoles, 6 de julio de 2011

La Diosa Coronada - Final

Nunca fue tan feliz el Poeta. Aquella relación lo transformó en una persona que ya no respondía solo por él solo, ahora respondía por dos. Es por eso que la Diosa Coronada fue la única que conoció a la familia del Poeta. El Poeta tenía cuatro madres, su propia madre y sus tres tías que comprendían el núcleo familiar. Ninguna de los otros amores del Poeta había llegado tan lejos. Solo ella conoció ese vínculo que él lo tenía reversado para alguien especial. Y él también entro al círculo familiar de ella. Nunca olvidaría aquella tarde incómoda cuando se sentaron a la mesa el hermano, el padre, ella y él, como una familia. Se sintió bien.

Fueron esos pequeños detalles los que le mostraron otra realidad. Quería vivir con ella, por mucho tiempo, a su lado. Pasar tardes enteras, él escribiendo y ella ayudándolo a escribir como en una tarde que compusieron un poema los dos, o bueno, la mitad de un poema, ya que la otra parte acabaron de escribirla con el cuerpo.

Y fumar, ese fue un problema del Poeta, no podía dejar el tabaco y le gustaba fumar delante de ella, más que nada para pelear y verla fruncir el ceño. Siempre era un tema de discusión, pero después para el Poeta seria un tema de recuerdos, cada vez que encendía un tabaco la recordaba a ella y a las pequeñas riñas, pero también lo ayudo a alivianar el dolor de la partida. Después de cuatro meses de relación y con un arrebato poco entendible la Diosa Coronada se fue de los brazos del Poeta.

Fue un jueves de borrachera. El Poeta se había encontrado con un amigo de aquellos que lo salían acompañar a los bares en sus momentos de soledad eterna. Habían entablado buena amistad y habían hablado tanto del amor, de la locura del amor, y de los amores contrariados que para él no era un secreto la existencia de la Diosa Coronada. Fueron a un bar muy conocido por ellos, empezaron bebiendo unas cervezas y mientras el Poeta le iba contando como su relación con la Diosa Coronada había mejorado se fueron consumiendo las botellas. El Poeta no lo vio venir, pero el corazón empezaba a hablar y se dio cuenta de que necesitaba ser escuchado por alguien y le contó que algún día no muy lejano él iba a responder por ella, que quería llevar su relación a un nivel más formal y dejarse de la pendejada de noviecitos juveniles. Le dijo que cuando ella regresó a sus brazos cuatro meses atrás lo único que hizo fue pedirle gracias a Dios, del cual no era muy creyente y que cada mañana, desde aquel día, el primer pensamiento que venía a su cabeza era la imagen de la Diosa Coronada e inmediatamente le decía a Dios que gracias, mil veces gracias por haberla traído de regreso a sus brazos. El Poeta se sentía bien contando aquella revelación y se sintió tan feliz que no le importo volver a tomarse un vaso de cerveza tras otro. Se hizo tarde, el Poeta tenía que estar a las cuatro de la tarde en la casa de la Diosa Coronada pero no se sintió con las fuerzas necesarias para ir, estaba ebrio y no quería causar una mala impresión. La llamó para que no lo espere, pero ella al escuchar la voz entrecortada se enojó y le recordó que no le gustaban las llamadas en el estado de embriaguez. Colgó el teléfono.

Cuando el Poeta llegó a su casa se encontró con un mensaje de ella en el correo diciéndole que por parte de ella él puede hacer lo que le dé la gana, que no le importa, que estaba cansada de sus borracheras a morir y que queda entendido que la relación se terminó. Fue la muerte para el Poeta. Después de confesarle a su amigo que había encontrado el amor en todos los sentidos se encontró con la otra realidad, ya no la tenía.

Quiso hablar con ella, preguntarle los verdaderos motivos, pero no respondía, no contestaba las llamadas y tomó la resolución de apagar su teléfono. Lo único que podía hacer el Poeta era ir donde ella y buscar una explicación. La Diosa Coronada se encontraba en cursos de inglés, salía a las cuatro de la tarde pero el Poeta no quiso tentar su suerte, llegó a las tres y media de la tarde, había comprado una rosa roja, siempre le regalaba rosas rojas. Cuando la Diosa Coronada salió por la puerta el corazón del Poeta se dio la vuelta. Caminó tras ella y cuando la saludo descubrió unos ojos distintos, ya no tenían aquel brillo que el Poeta había descubierto una noche de tanto mirarla a los ojos, se había apagado.

La Diosa Coronada le dijo que madurara, que dejara de alcoholizarse y que cuando todo eso pase, volvería con él. El Poeta le dio la rosa, pero ella simplemente la guardó como si de un esfero viejo se tratase. Se despidió de él pues ella tenía que encontrarse con un amigo, el cual el Poeta se enteró que era su ex novio.

Fue una semana del carajo. Se echo al olvido de la soledad y volvió a sentir aquella duda… ¿dónde estará?... se decidió a olvidarla como ella olvido las tardes que compartieron juntos, los besos que ella los hizo reales, las salidas y todo… todo aquel tiempo compartido. Todo le importó una mierda y lo echo al carajo.

Después de dos semanas de separación el Poeta se enteró que la Diosa Coronada había empezado otra relación y sacó la conclusión de que aquella mujer que se había ganado el título de Diosa Coronada solo había sido una falsa imagen y que el Poeta por la locura del amor cerró sus ojos y no se dio cuenta de la realidad, pero también le jodió la idea de sentirse como el novio burlado, el único idiota que creyó en los juegos de ella y de pensar de que ella estaba lo suficientemente enamorada como para quedarse con él para toda la vida como él lo había pensado. Todo resultó ser una mierda y cada beso y cada te quiero que recibió de ella le resultaron más mierda aún. La odio, pero a la vez le agradeció todo, como en aquella carta que te le dio un catorce de febrero, en donde le agradeció por todo lo bueno que ella trajo a su vida, y se quedó con eso, con los buenos recuerdos.

Después de cuatro meses y con su vida ya en su lugar el Poeta la perdonó por todo aquel daño y se sintió con más ganas que nunca para sobrevivir al olvido.

Fin

Aquí termina la historia, por motivos de tiempo, de ganas, de recuerdos y otras mierdas más que no merecen ni la pena ser escritas el final se resume en esto que acaban de leer, ahora empezaré con otros proyectos, volveré a la poesía y volveré a hacer de este blog un blog de diseño. También es el tiempo la falta de continuación de la historia con los detalles, pero cuando me de el tiempo (y la gana) la retomaré para finalizarla como se debe. Se despide, El Poeta.