sábado, 31 de diciembre de 2011

2012

¿Qué les puedo contar que ya no sepan? Hoy se acaba otro año más, el cielo se encuentra un poco nublado y se puede sentir esa pequeña melancolía en los rostros de los seres amados. Si este año no ha sido el mejor, tampoco ha sido el peor, fue realmente hermoso. Aunque es relevante. Los momentos en la soledad y la embriaguez en los bares de la gran perdición fueron momentos oscuros y felices, únicos. Es por eso que quiero agradecer a aquellos amigos que estuvieron en la peor época de este año, los que sin conocerme me brindaron su apoyo, sus buenos consejos. Si puedo destacar algo importante este año a sido el cambio de universidad. He encontrado amigos de verdad, gente con los mismos ideales, diferentes ideologías, pero compartimos un mismo camino. Amigos, gracias.

Si todo esto se merece otro agradecimiento es a mi familia que ha soportado y aguantado los disturbios provocados por la desubicación de mi mundo. Gracias por aguantarme, no los defraudaré. Pero como he dicho, el año que viene, cambiaré.

En este año eh podido alcanzar una mayor comprensión de conciencia en todos los aspectos y he descubierto que la esperanza ya no existe, en ningún aspecto, y que la felicidad es momentánea, no futura y que lo que importa es el presente, el día a día, no el mañana, el mañana es incierto. Así que cuando toque disfrutar el momento, se disfrutará.

Volver a la poesía es otro de los objetivos para el próximo año, quiero recuperar aquella garra literaria y la prosa de lo desconocido para lograr la mutación de las letras.

Entonces, hermanos, amigos, familia, conocidos, desconocidos, ex amigos, lectores, que el 2012 sea un año lleno de felicidad, viviendo el día a día, nunca rindiéndonos, siempre en lucha, resistiendo. El próximo año viviremos una época de despertar conciencia, y seguiremos construyendo y diseñando e ilustrando un mundo diferente. Feliz 2012 a todos.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Es una mierda

Y si pudiera volver a tocar tu mano la tomaría por la eternidad de un segundo y disfrutaría aquel momento sabiendo que mañana ya no estarás, que desaparecerás y que en las noches tu rostro se volcerá un manto nubloso. Y me sentiré ebrio de sed, de tus labios, de tu sonrisa. No me podré levantar de la oscuridad que involucra tu recuerdo. Es todo, es una mierda.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Quizás




Quizás si,
quizás no.

Quizás es la atmósfera,
o quizás es el viento.
Y el humo del cigarro,
quizás
logre conformar tu figura,
tu volumen,
y quizás

regalarte un beso.

viernes, 28 de octubre de 2011

Calle


Me siento en la gloria, glorificada. Amigos, sois mis amigos, aunque estéis perdidos estáis ahí, en las buenas, en las malas, en la calle. No nos importa el lugar, las calles, nuestra vida, nuestro estilo, el parche. Las cervezas en los antros, las botellas de alcohol en la vereda y las conversaciones que explotan el alma de los oyentes, sin resentimiento, sin novedades, un mundo, amigos míos, cada uno es un mundo y porque no decirlo, vosotros formáis parte de mi mundo. La calle, nunca se olviden de la calle, los fríos de la madrugada, las malas noches, pero siempre calle.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Cuento



Me sonrío,
cerró los ojos,
se dejó llevar.
Me besó.

También me contó un cuento.
Mi mano en su luna,
ella en su cuento,
yo en su cuerpo.


Y en su cuerpo,
se quedó su cuento,
tatuado en cada luna,
en cada una,
en cada puta.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Ilustraciones

Como todo diseñador sabrá, el diseño gráfico también es ilustración y aquí les traigo mis pequeñas ilustraciones.


















Las técnicas que usé son acuarelas, tintas chinas, lápices de color, lápices acuarelables y edité los colores en Photoshop.

martes, 6 de septiembre de 2011


Tus pezones oscuros, bellos.

Antes míos, en mis labios, en mis besos.

Tu desnuda piel vibrando con el acorde de nuestro sonido.

Imposible de olvidar y solo queda lo perdido.

Antes, todo fue antes, antes de verte, antes de amarte.

Nunca, en verdad que nunca fuiste mía, y quizás yo tampoco.

Ahora, solo me quedan las madrugadas en las que despierto sin tu recuerdo.



En todo esto, se esconde un nombre, tu nombre...

domingo, 21 de agosto de 2011

Este Poema


Y este poema
se deslizará por tus ojos.
Brillará en tu piel
e irrumpirá en la tempestad.
Te hará recordar los besos,
eternos.
Este poema.

Purpura, voz de miel.

Gritará fuerte en el olvido.
Volverá a reír sin permiso.

Este poema es mi poema,
solo para mí.

viernes, 19 de agosto de 2011

Memorias


Aun lo recuerdo. La ciudad estaba cubierta por un manto de nubes típicos de abril. Hacía frio. Salí temprano de la universidad y con un grupo de amigos decidimos ir a un bar. Cervezas iban y venían y mi corazón se revolucionó con el aroma perdido de ella. La lluvia continuaba con su incontable ruido en las calles y mi vista solo se perdía en la entrada de aquel bar, esperando a que ella llegue a rescatarme con su sonrisa, pero no llegó. Ella se encontraba en su curso de inglés y era imposible que apareciera.

Serían las tres y media cuando salimos del bar, todos estábamos un poco mal por el alcohol y otros olíamos a cigarrillo por el ambiente encerrado. Cada uno partió para su respectivo hogar y yo, no quería irme. Quería quedarme ahí, esperándola. Lo único que se me ocurrió para verla fue llamarla. Me dijo que estaba regresando a su casa y que si quería podíamos vernos ahí. Sin dudarlo fui. Tenía la esperanza de que en el camino el olor y la embriaguez me dejaran y poder llegar presentable, pero me fue imposible. Cuando llegué y ella me abrió la puerta su primera reacción al verme no fue sorpresa para mi. Reconoció al instante mi olor y mi cara de borracho. Por lo general cuando iba a visitarla solo me recibía en la sala de su casa pero aquella vez me llevó de la mano a su cuarto.

Al lado de su cuarto se encontraba un sillón para una sola persona en el cual me dijo que me siente – ojala que ya te pase esa borrachera que tienes - me dijo. Yo solo la veía. Aquella vez se había echo un peinado diferente y no pude evitar mirarla con ternura. Ella se dio cuenta – hoy no va a pasar nada – me dijo. Le dije que tampoco quería que pase nada, que me conformaba con mirarla. Seguía haciendo frio en la calle. Me levanté de mi sitio y me senté a su lado, cogí su mano, la bese y le pedí un abrazo de aquellos que uno necesita cuando se siente solo. Nos encontramos y volvimos a los besos que una vez fueron nuestros. Cuando reaccioné mis besos ya estaban por su cuello y las manos de ella me empezaron a quitar la camiseta y poco a poco nuestras ropas fueron quedando por el suelo y nuestros cuerpos se empezaron a cubrir con los mantos de su cama. Observé sus pechos desnudos con mis dedos y los reconocí con mis labios. Me sentí libre de amarla, de besarla y de abrazarla y me importó una mierda la desnudez de nuestros cuerpos. Nunca olvidaré los besos que le di en la frente y nunca olvidaré los “te quiero” que le dije y los que ella me dijo. Nos amamos por aquella tarde, o por lo menos yo la amé.

Se hizo de tarde y mientras recogía mi ropa más me abrazaba, invitándome a recostarme a su lado. Quería hacerlo, quería quedarme aquella noche en su casa, en su cama, a su lado, abrazarla y decirle que si algo quería en la vida era pasar días así, a su lado, afrontando los fríos de la ciudad, juntos. Pero aquella vez no se podía, ella no vivía sola y los otros ocupantes de la casa estaban por regresar. Cuando conseguí salir de sus hermosos abrazos y salir de su casa como un ladrón sin hacer mucho ruido descubrí cuanta falta ya me hacía. En el camino a mi casa encontré su aroma en mi piel y el olor de sus besos en mi rostro y el olor de su cuerpo mezclado con el olor de su cuerpo en mi mente.

Ahora, ha vuelto a llover, ha pasado más de un año desde aquella vez en donde la lluvia nos acompañó en la tarde, y aunque su olor y su recuerdo se hizo más presente en mi memoria gracias a la ayuda de ella y de otras tardes inconfundibles en donde combatimos la soledad, su olor y su recuerdo cada vez se van borrando, de a poco. Pero en las tardes de lluvia como hoy, se hacen más presentes y su olor y su recuerdo regresan, esperando que ella regrese.

jueves, 4 de agosto de 2011

Nuevos Sueños


Aun te sueño
más que nunca quizás.

Sigues ahí,
de pie en mi pensamiento,
alborotando el descontento.

Sonrío.

Hermosa, sigues hermosa
y aquella sonrisa tan tuya no se borra.

Pero en el astral ¿quién visita a quien?

¿Será que otra vez nos necesitamos?

¿Será que otra vez nos soñamos?

miércoles, 3 de agosto de 2011

Roots Radicals


Nunca olvidaremos el movimiento,
y siempre volveremos a la lucha,
sentir fluir la fuerza
y no dejar que nos rompan la cabeza,

ACCIÓN RADICAL!



miércoles, 6 de julio de 2011

La Diosa Coronada - Final

Nunca fue tan feliz el Poeta. Aquella relación lo transformó en una persona que ya no respondía solo por él solo, ahora respondía por dos. Es por eso que la Diosa Coronada fue la única que conoció a la familia del Poeta. El Poeta tenía cuatro madres, su propia madre y sus tres tías que comprendían el núcleo familiar. Ninguna de los otros amores del Poeta había llegado tan lejos. Solo ella conoció ese vínculo que él lo tenía reversado para alguien especial. Y él también entro al círculo familiar de ella. Nunca olvidaría aquella tarde incómoda cuando se sentaron a la mesa el hermano, el padre, ella y él, como una familia. Se sintió bien.

Fueron esos pequeños detalles los que le mostraron otra realidad. Quería vivir con ella, por mucho tiempo, a su lado. Pasar tardes enteras, él escribiendo y ella ayudándolo a escribir como en una tarde que compusieron un poema los dos, o bueno, la mitad de un poema, ya que la otra parte acabaron de escribirla con el cuerpo.

Y fumar, ese fue un problema del Poeta, no podía dejar el tabaco y le gustaba fumar delante de ella, más que nada para pelear y verla fruncir el ceño. Siempre era un tema de discusión, pero después para el Poeta seria un tema de recuerdos, cada vez que encendía un tabaco la recordaba a ella y a las pequeñas riñas, pero también lo ayudo a alivianar el dolor de la partida. Después de cuatro meses de relación y con un arrebato poco entendible la Diosa Coronada se fue de los brazos del Poeta.

Fue un jueves de borrachera. El Poeta se había encontrado con un amigo de aquellos que lo salían acompañar a los bares en sus momentos de soledad eterna. Habían entablado buena amistad y habían hablado tanto del amor, de la locura del amor, y de los amores contrariados que para él no era un secreto la existencia de la Diosa Coronada. Fueron a un bar muy conocido por ellos, empezaron bebiendo unas cervezas y mientras el Poeta le iba contando como su relación con la Diosa Coronada había mejorado se fueron consumiendo las botellas. El Poeta no lo vio venir, pero el corazón empezaba a hablar y se dio cuenta de que necesitaba ser escuchado por alguien y le contó que algún día no muy lejano él iba a responder por ella, que quería llevar su relación a un nivel más formal y dejarse de la pendejada de noviecitos juveniles. Le dijo que cuando ella regresó a sus brazos cuatro meses atrás lo único que hizo fue pedirle gracias a Dios, del cual no era muy creyente y que cada mañana, desde aquel día, el primer pensamiento que venía a su cabeza era la imagen de la Diosa Coronada e inmediatamente le decía a Dios que gracias, mil veces gracias por haberla traído de regreso a sus brazos. El Poeta se sentía bien contando aquella revelación y se sintió tan feliz que no le importo volver a tomarse un vaso de cerveza tras otro. Se hizo tarde, el Poeta tenía que estar a las cuatro de la tarde en la casa de la Diosa Coronada pero no se sintió con las fuerzas necesarias para ir, estaba ebrio y no quería causar una mala impresión. La llamó para que no lo espere, pero ella al escuchar la voz entrecortada se enojó y le recordó que no le gustaban las llamadas en el estado de embriaguez. Colgó el teléfono.

Cuando el Poeta llegó a su casa se encontró con un mensaje de ella en el correo diciéndole que por parte de ella él puede hacer lo que le dé la gana, que no le importa, que estaba cansada de sus borracheras a morir y que queda entendido que la relación se terminó. Fue la muerte para el Poeta. Después de confesarle a su amigo que había encontrado el amor en todos los sentidos se encontró con la otra realidad, ya no la tenía.

Quiso hablar con ella, preguntarle los verdaderos motivos, pero no respondía, no contestaba las llamadas y tomó la resolución de apagar su teléfono. Lo único que podía hacer el Poeta era ir donde ella y buscar una explicación. La Diosa Coronada se encontraba en cursos de inglés, salía a las cuatro de la tarde pero el Poeta no quiso tentar su suerte, llegó a las tres y media de la tarde, había comprado una rosa roja, siempre le regalaba rosas rojas. Cuando la Diosa Coronada salió por la puerta el corazón del Poeta se dio la vuelta. Caminó tras ella y cuando la saludo descubrió unos ojos distintos, ya no tenían aquel brillo que el Poeta había descubierto una noche de tanto mirarla a los ojos, se había apagado.

La Diosa Coronada le dijo que madurara, que dejara de alcoholizarse y que cuando todo eso pase, volvería con él. El Poeta le dio la rosa, pero ella simplemente la guardó como si de un esfero viejo se tratase. Se despidió de él pues ella tenía que encontrarse con un amigo, el cual el Poeta se enteró que era su ex novio.

Fue una semana del carajo. Se echo al olvido de la soledad y volvió a sentir aquella duda… ¿dónde estará?... se decidió a olvidarla como ella olvido las tardes que compartieron juntos, los besos que ella los hizo reales, las salidas y todo… todo aquel tiempo compartido. Todo le importó una mierda y lo echo al carajo.

Después de dos semanas de separación el Poeta se enteró que la Diosa Coronada había empezado otra relación y sacó la conclusión de que aquella mujer que se había ganado el título de Diosa Coronada solo había sido una falsa imagen y que el Poeta por la locura del amor cerró sus ojos y no se dio cuenta de la realidad, pero también le jodió la idea de sentirse como el novio burlado, el único idiota que creyó en los juegos de ella y de pensar de que ella estaba lo suficientemente enamorada como para quedarse con él para toda la vida como él lo había pensado. Todo resultó ser una mierda y cada beso y cada te quiero que recibió de ella le resultaron más mierda aún. La odio, pero a la vez le agradeció todo, como en aquella carta que te le dio un catorce de febrero, en donde le agradeció por todo lo bueno que ella trajo a su vida, y se quedó con eso, con los buenos recuerdos.

Después de cuatro meses y con su vida ya en su lugar el Poeta la perdonó por todo aquel daño y se sintió con más ganas que nunca para sobrevivir al olvido.

Fin

Aquí termina la historia, por motivos de tiempo, de ganas, de recuerdos y otras mierdas más que no merecen ni la pena ser escritas el final se resume en esto que acaban de leer, ahora empezaré con otros proyectos, volveré a la poesía y volveré a hacer de este blog un blog de diseño. También es el tiempo la falta de continuación de la historia con los detalles, pero cuando me de el tiempo (y la gana) la retomaré para finalizarla como se debe. Se despide, El Poeta.

sábado, 18 de junio de 2011

La Diosa Coronada VIII

Hablaron por un largo tiempo, aunque el Poeta por su parte estaba un poco serio. Él había resuelto hace mucho tiempo olvidarla y cuando lo había conseguido ella se tomó la modestia de aparecer otra vez, y trajo con ella los recuerdos ocultos. Quedaron en encontrarse el viernes de esa misma semana. El Poeta no sabía cómo actuar. En su interior quería ser lo más frio posible. Quería demostrarle que ella ya no era importante para él, que el pasado había sido borrado y que estaba preparado para la vida, una vida sin ella. Cuando el Poeta la vio el corazón se le dio la vuelta. Ya casi había olvidado aquella hermosura, aquellas mejillas estrelladas y su sonrisa infinita. La Diosa Coronada por su lado, no demostraba indiferencia, simplemente hizo de cuenta que el tiempo perdido podía ser recuperado en aquella tarde y que los estragos de los últimos cuatro meses tenían un motivo muy diferente que no les involucraba a ellos, ella también tenía un fantasma en su vida.

Al principio hablaron como si fueran desconocidos. Después profundizaron en las conversaciones que solían tener meses atrás y cuando el Poeta se dio cuenta la Diosa Coronada había tomado su mano. El Poeta instintivamente la quitó y le dijo que no era necesario que haga eso. Ella lo intentó otra vez mas tarde, pero recibió la misma respuesta y así lo hizo unas cuantas veces hasta que se dio cuenta que no tenía caso intentarlo, aquel hombre ya no era el mismo, era más frio y calculador. Aquel era el plan del Poeta y estaba decidido, aquella tarde no pasaría nada y esperaba que nunca más se volvieran a dar aquellos sentimientos, y en aquellos meses se encargó de construir su barrera, una barrera de sentimientos fríos, como los que solía tener con otras, pero la Diosa se encargó de derribarlos poco a poco mientras intentaba tomarlo de la mano. Quizás fue un reflejo del corazón, el Poeta extendió su mano y se sorprendió al encontrar la mano de la Diosa esperándolo y cuando quiso darse cuenta ya se encontraban abrazados y el aroma de la Diosa Coronada ya lo había embriagado y llevado de regreso a las tardes de calor, a los besos sin fin, a todo.

Volvieron a los besos. Se besaron con inocencia y después con pasión, como queriendo desquitar el tiempo perdido. Querían reconquistarse el uno al otro, o por lo menos el Poeta la quería reconquistar y la Diosa se sintió conquistada pues, aquel hombre, había cambiado, era diferente, se sentía más seguro, más resuelto y todo esto era porque el Poeta en esos cuatro meses había cambiado todo. Y quizás lo cambio todo para ella, por si un día regresaba. Quería estar preparado.

Se hizo de tarde. El Poeta acompañó a la Diosa Coronada a su casa, se despidieron con un beso que no explicaba nada, quizás sería el último, pero de regreso a su casa el Poeta quiso ocultar los sentimientos que se encontraron aquel día y se dio cuenta de que la quería, aun después de todo, se acordó de la promesa de nunca dejarla sola y se sintió un poco mal cuando recordó que aquella misma tarde ella quería tener su mano y él la soltó. Tampoco quería que aquel beso de despedida sea el último, quería más besos y quería que los besos de ella solo fueran para él.

A la siguiente semana se volvieron a encontrar, como en los viejos tiempos. Retomaron otra vez los besos y los abrazos y aquella confianza perdida y cada uno dio por entendido que cualquier cosa del pasado había sido borrado por la razón del perdón. El resto de la semana la pasaron como antes, con amor, o con algo parecido.

Pero la Diosa Coronada volvió a la frialdad de meses atrás. Ya no quería besarlo, no quería abrazarlo y si el Poeta tenía esperanzas de volver a formar una relación con la Diosa coronada, ella se encargó de esfumarlas y se encargó de llevar al Poeta a la soledad de los bares. Y fue un viernes de embriaguez que el Poeta no aguantó las palabras, ni las ganas, nada. Fue en dirección de la casa de la Diosa Coronada. Cuando ella salió a recibirlo, más que por cortesía que por ganas, lo encontró desamparado. Quería consolarlo con aquellos besos que en más de una ocasión despertaron al Poeta del ensueño, pero el Poeta no le permitió dárselos. Por primera vez le dijo aquellas cosas que alguna vez se calló. Le replico su falta de confianza con él y le explicó que ella se había convertido en la única mujer que quería, pero a la vez se sentía utilizado, que ella solo lo buscaba en los momentos de soledad, como un juguete. Y le dijo que si ella quería volver a la vida de él sería para algo serio porque si lo que quería era estar en un ir y venir del carajo como los meses anteriores que mejor se olvide de él, que él en los últimos meses estaba mejor solo.

Quizás, por primera vez la Diosa Coronada sintió aquel miedo de perderlo. Nunca lo había escuchado hablar con aquella determinación. Lo sentía capaz de todo y por un momento no pudo negarse, quería darse una oportunidad con el Poeta y se lo hizo saber con un beso distinto.

Fue un 22 de octubre cuando su relación se formalizó, pero también llegó a ser una fecha que el Poeta recordaría por algún tiempo, como un presagio.

martes, 14 de junio de 2011

La Diosa Coronada VII

Fueron dos meses de mierda. El Poeta se resignó a olvidarse de la Diosa Coronada. Se dio al olvido y es que no podía dejar de pensarla. Fueron dos meses en los cuales despertaba con la presencia de ella a su lado, con su aroma inconfundible. El Poeta había dejado de soñar para visitarla en las noches largas. Aunque la Diosa Coronada no lo quería perder de su lado, tampoco lo quería tener cerca, pero el Poeta estaba más cerca de lo que ella imaginaba. Siempre se encontraban con los amigos en común o se veían en las viejas calles de la ciudad.

Eran momentos incómodos. La Diosa quería hablar pero el Poeta ya no la miraba con los mismos ojos, había cambiado. En realidad no había cambiado tanto como él pensaba. Solo hizo lo que solía hacer con otras mujeres, cambiaba su mirada y sin dolor alguno las olvidaba de su memoria, y de la memoria del corazón. Pero esto le costó mucho más de lo que él pensaba. Le dolía olvidarla y cuando más intentaba más la recordaba. Todo era ella. Hubo un tiempo en donde la veía en lugares donde no podía estar. El Poeta la veía en la cocina de su casa, cocinando, tal como un día lo hicieron, la veía en la mesa, a su lado, comiendo y conversando y riendo, también la vio en el espejo de su cuarto, donde su reflejo se impregnó como se impregnó por mucho tiempo, era una mancha en el espejo que no se limpiaba con nada. La veía reflejada mientras se peinaba su largo cabello, a veces, según el capricho de ella y de la ocasión se ponía sombras y pintaba su rostro con los matices más delicados para no ocultar el color de su piel. Una vez la encontró recostada en su cuarto, dormida, con una desnudez total, tal como aquellas tardes olvidadas.

Así pasó dos meses. Viviendo con los recuerdos perdidos. A veces la olvidaba pero no se demoraba en encontrarla en cualquier cosa. Empezó a vivir con ello y terminó por ser un recuerdo más. De igual manera los amigos en común ya no la nombraban en las conversaciones para evitar traerla de la memoria. Ellos sabían cuanto pesar había en el corazón del Poeta y lo sabían más cuando las botellas de algún licor barato se consumían en su nombre. La Diosa Coronada lo había visto borracho en aquellos bares donde se reunían los colegas, donde la cerveza se convertía en el líquido vital y los recuerdos se esfumaban por unas horas de locura. Y en esas borracheras fue donde la poesía del Poeta se volvía más cruda. Escribía entre líneas y escribía para él y no para ella. Quería encontrarla y quería olvidarla y terminaba odiándola y después odiándose a él mismo y por último terminaba queriéndola de nuevo, no podía borrarla.

Los meses de junio y julio abandonaron el dolor. Agosto se acercaba más esperanzador. Los bares habían desaparecido de a poco de la vida del Poeta. Se sentía con ganas de sobrevivir al olvido y seguir su vida de cazador furtivo. No le fue fácil. Aquellos amores que había dejado atrás ahora lo habían dejado a él. Ellas habían hecho una vida aparte y hace mucho tiempo que dejaron de esperar al Poeta. Ellas lo borraron a él. Pero no le importaron, mejor se alegró por ellas como se alegraba por él. Había salido de ese espacio opacado por la presencia de la Diosa Coronada pero le preocupaba una cosa. Muy pronto se tendrían que ver, en cualquier ocasión y el Poeta estaba seguro que sus sentimientos por ella estaban enterrado, y la Diosa Coronada también sentía lo mismo, para ella el amor y el tiempo que había compartido con el poeta era solo eso, tiempo pasado, nada más.

El primer miércoles de octubre sonó el teléfono del Poeta. Era un número nuevo. Al otro lado de la línea no se escuchaba nada hasta después de un momento. Aquella risa y aquella voz tan única resonaron en el cuerpo del Poeta. Era la Diosa Coronada. Después de cuatro meses de ausencia, había regresado.


Continuará

domingo, 5 de junio de 2011

La Diosa Coronada VI

Aquellas dos semanas fueron de sueño. La Diosa Coronada conoció la casa del Poeta. Era la primera vez que el Poeta llevaba a alguien a la luz del día y no la escondía en la oscuridad de la noche para no levantar los malos pensamientos de los ojos invisibles de las ventanas vecinas. Fueron en aquella visita en la cual el calor de la tarde se despejaba con los besos eternos de los amantes que algún día fueron desconocidos. En el lecho del amor, el Poeta le pidió la rosa que le había dado aquel día. Ella, hermosa y aturdida se la dio. Sutilmente el Poeta la recostó en la cama y con la rosa la fue desvistiendo de todo prejuicio social, banal y encontró una desnudez perfecta y la Diosa también lo encontró. Se encontraron el uno al otro en una tarde única y fugaz, una tarde que por lo menos perduraría en la memoria del Poeta el tiempo suficiente como para ser el mejor recuerdo del amor.

Y el Poeta también llegó a la casa de la Diosa. No llegó como el novio oficial, sino como el amigo incondicional. Fue una decisión de los dos. Era marzo y las lluvias de abril llegaron a la ciudad y el sol se ocultó por una semana. Fue en la casa de la Diosa donde el Poeta encontró el refugio para las tardes de lluvia, para olvidarse del frio y encontrar aquellos abrazos llenos de amor en aquella habitación de paredes blancas que se encontraban empapeladas con algunos dibujos y cuadros hechos por ella. La gran ventana de su habitación amplificaba el sonido de la lluvia amortiguando el sonido de los amantes por tres días consecutivos en donde el amor se despejaba del cuerpo y las horas se perdían en aquellas miradas, abrazos, besos, en la desnudez de la sinceridad. – El tiempo pasa volando contigo – le dijo el Poeta en aquellas tardes mientras se despedía con un beso y abría la puerta de la casa para ver empezar la noche. Para el Poeta, ver empezar la noche sin ella le hizo tomar otra decisión; algún día verían empezar la tarde, llegar la noche y despertarse con el amanecer. Eso era lo que el Poeta más quería, ver un amanecer con ella, despertar y que sus ojos la vean aun dormida y mientras dormía besarle la frente. Algún día lo haría.

Lo último que quería la Diosa Coronada después de haber tenido una traición era esperar una de la persona que decía quererla con locura. Fue un lunes, aun en las lluvias de abril. Era temprano, el aire en el ambiente se encontraba frio así que el Poeta decidió cambiar su camino y se fue a comprar cigarrillos para calmar el frio. Se encontró con el último amor pasajero que había tenido antes de que la Diosa Coronada llegue a su vida. Pero este amor tenía una particularidad, a diferencia de otros amores, este amor había conocido el círculo social del Poeta. Se saludaron y cada uno se sorprendió por el encuentro inesperado. Dio la casualidad de que tenían que dirigirse al mismo sitio y decidieron ir juntos. Hacía frio y el Poeta le abrazaba de vez en cuando para brindarle un poco de aquel calor corporal, pero nada más. Cuando se despidieron el Poeta fue a ver a la Diosa Coronada. Fueron a desayunar. Después se encontraron con los amigos. Una amiga en común de los dos la llevó a hablar en privado. Cuando regresaron la Diosa era otra. Simplemente se despidió de todos y se fue.

Fueron dos días en los cuales la Diosa no respondía sus llamadas y el Poeta ya no la encontraba en los lugares que la solía encontrar. El Poeta desconocía el motivo por el cual ella se esfumó y soltó su mano. Al tercer día un amigo le comentó que había llegado a la Diosa Coronada el rumor de que el Poeta frecuentaba a otra mujer la cual solía ver los lunes por la mañana.

Lo malinterpretaron todo mal. Aquella amiga que llevó a la Diosa a conversar en privado había visto al Poeta el lunes de lluvia. Lo vio acompañado de aquella mujer inconfundible y había visto como el Poeta la abrazaba. También le contó que solían verse todos los lunes en la mañana y que si la Diosa quería podía verlos por ella misma los lunes en la mañana.

Lo que menos quería la Diosa Coronada era caer de tonta por segunda vez y con aquel relato tomó la decisión de alejarse del Poeta. No quería verlo, no quería oírlo, la ira se invadió de ella y se reclamó así misma por haber caído en la jugada de palabras, letras, besos y caricias de aquel hombre que lo único que quería era enamorarla para poder jugar con ella. Era lo que pensaba, conocía los antecedentes del Poeta y no dudaba en que el rumor sea cierto.

Cuando el Poeta consiguió hablar con la Diosa Coronada solo consiguió la confirmación de lo que él ya sospechaba. Se había terminado su relación y aunque el Poeta le dio la explicación del mal entendido la Diosa Coronada resolvió dar por terminado todo diciendo que de igual manera ella no confiaba en él y que no puede haber una relación sin confianza.

Fue una puñalada para el Poeta. Regresó con más frecuencia a los bares. En la embriaguez se preguntaba porque la relación se perdió. ¿En qué momento ella dejó de confiar en él? Se reprochaba haber sido tan tonto como para dejarse ver y a la vez se decía que él también podía tener amigas así como ella tenía sus amigos invisibles. No se dio cuenta hasta muy tarde de que había caído en el juego de ella. En un juego donde ella ponía los errores a su favor, un juego donde la madurez, según ella, era fundamental entre dos personas y en este caso ella era la madura y el Poeta un chico inmaduro que no sabía que quería hacer de su vida.